GUIDO MINA DI SOSPIRO, ESCRITOR
“Los árboles utilizan armas sofisticadas”
Este marqués, descendiente de una antigua familia de Cremona, es un buscador. Tras vivir por medio mundo se instaló con su mujer -a quien conoció en la fiesta de compromiso entre el príncipe Carlos y lady Diana- en una casa tropical a prueba de huracanes en Florida. Allí comenzó a escribir su trilogía, el mundo visto por un tejo, por el río Po y por el Etna: “Al río le gusta avanzar en zigzag, y nadie entiende por qué. El río es ilógico. Yo creo que le gusta jugar, y jugando da vida”. En “Memorias de un árbol” nos cuenta la historia de un tejo hembra, el organismo viviente más antiguo del mundo. Para evitar caer en fantasías new age consultó a los máximos expertos del mundo vegetal, y la Enciclopedia Británica le ha dado su bendición.
Tengo 44 años. Nací en Buenos Aires, me crié en Milán, estudie en California y en Nueva York, y vivo en Miami. Estoy licenciado en Letras Clásicas y en Cinematografía. Estoy casado con una gallega y tengo tres hijos. Soy un ecologista esperanzado. Quizá sea animista, el más allá está aquí. Publico “Memorias de un árbol” (RBA)
IMA SANCHÍS – 18/06/2004
Estoy convencido de que los árboles son inteligentes.
-Hay quien se pone muy nervioso cuando oye eso.
-Sí, ya sé que lo que estoy diciendo es algo que no gusta a los botánicos. Parece más razonable pensar que sin cerebro no se puede ser inteligente, pero yo le aseguro que los árboles hacen cosas inteligentes.
-¿Como qué?
-Si una tormenta rompe una de sus ramas verticales, de esa herida nacen unos cuantos brotes para reemplazar el pedazo perdido. Transcurridas tres o cuatro semanas, todos los brotes dejan de crecer menos uno, que crecerá hasta reemplazar la rama perdida.
-¿De dónde procede la orden que dice éste es el brote que debe crecer?
-No se sabe. Mire, yo he pasado once años de mi vida sumergido en una búsqueda, he hablado con los mayores expertos del mundo en botánica y biología, y he viajado por Inglaterra, Gales, Escocia, Canadá…
-¿Qué buscaba?
-El santo grial vegetal, el rey de los árboles. Entre las especies existe una jerarquía basada en la longevidad y la grandiosidad.
-¿Y quién es el rey?
-El tejo vegetaba hace ya 250 millones de años, antes de la aparición de los dinosaurios, mucho antes de la aparición de los hombres. Es un fósil viviente, virtualmente inalterado desde siempre.
-Pero usted buscaba un árbol en concreto.
-Sí, yo quería escribir las memorias de un árbol. Descarté muchos tejos hasta llegar a una abadía franciscana en Killarney (Irlanda). Allí estaba la reina del bosque, un ejemplar único, viejísimo, a pocos centenares de metros del bosque de tejos más grande de Europa y con una historia muy particular.
-¿De qué se trata?
-El tejo hembra se hallaba a ocho metros de distancia de aquella iglesia cuyos cimientos eran sajones. La bóveda de piedra había sido construida por los sajones en torno a las raíces del árbol. Alan Mitchell, que ha catalogado 100.000 árboles monumentales, vino a comprobarlo.
-¿Y?
-Se rindió ante la evidencia y difundió la noticia a la comunicad científica mundial: “El tejo de Tandridge tenía entre 2.000 y 2.500 años”.
-¿No hay manera científica de datarlos?
-No. El tejo presenta anomalías de crecimiento que no permiten establecer su edad con la prueba del carbono o a través de sus anillos. Mientras el núcleo central del tronco se marchita, estratos de nuevo tejido cubren la madera muerta. Se renueva desde el exterior hacia el interior; por tanto, ninguna de las partes es tan vieja como el árbol entero.
-Un árbol sabio.
-Los tejos son prácticamente inmortales y tienen características biológicas que los convierten en árboles únicos. A veces el tejo detiene su crecimiento durante diez, veinte o treinta años. La gente se pregunta, ¿estará muerto…? La respuesta es no: pasado ese tiempo vuelve a brotar, es un árbol enigmático. Yo creo que los tejos tienen voluntad.
-¿Pueden ser malvados?
-Sí, los árboles utilizan armas sofisticadas contra sus enemigos. No sólo declaran la guerra a sus vecinos estrangulando sus raíces o haciéndoles sombra para impedir que hagan la fotosíntesis, sino que además recurren a la guerra química.
-¿Ellos también?
-Consiguen inhibir el crecimiento de las plantas enemigas emitiendo toxinas hasta destruirlas del todo. Pero al mismo tiempo son capaces de cuidar a sus amigos emitiendo a través de sus raíces fito-hormonas que alimentan y empujan el crecimiento de árboles vecinos…, si quieren.
-¿Cree que tienen sentimientos?
-Yo creo que se enamoran.
-¡…!
-Hay tejos macho y tejos hembra. El polen llega de los machos con el viento e impregna a las hembras, que unos meses después darán sus frutos: unas bayas rojas que son sus hijos. La historia de mi tejo explica cómo éste se cierra a todos los pólenes que no sean los de un árbol determinado.
-¿Esto es real?
-Sí. Yo creo que también hay una función hedonista en la naturaleza. Hay pájaros que conocen trescientas canciones, de las cuales sólo diez son útiles, el resto las cantan simplemente porque les gusta cantar. Tengo un amigo filósofo y clarinetista que se fue con otro amigo flautista a un parque que tiene una enorme jaula llena de pájaros.
-¿Y montaron una orquesta de viento?
-Grabaron un disco en el que los pájaros responden a las notas de la flauta y el clarinete. Durante dos horas tocaron y cantaron juntos hombres y pájaros. No había en ese canto nada útil, era pura estética, a esos animalitos les gusta disfrutar. ¿Por qué no va a ocurrir lo mismo en el mundo vegetal…?
-No seré yo quien se lo niegue.
-Me alegro, porque un tejo puede salvarle la vida. De sus hojas se extrae el taxol, la sustancia más eficaz para combatir el cáncer.
-Pero el tejo también mata.
-Sí, la taxina, abundante en todas las partes del árbol menos en las bayas, es un alcaloide que provoca convulsiones, parálisis y paro cardiaco. Por eso es un ser poderoso: puede dar la vida o quitarla.
-Quizá deberían volver a ser nuestras iglesias…
-Para mí, los antiguos tenían una visión del mundo más acertada. En Irlanda la iglesia era el propio tejo, luego llegó san Patricio y edificó un templo en su lugar, y el árbol dejó de ser la conexión entre el cielo y tierra.
IMA SANCHÍS – 18/06/2004